Siempre que muere una persona que plasmó sus ideas y sentimientos en palabras, muere una idea y nace un recuerdo.
Vivió sus últimos años «resignadamente». Él mismo lo dijo al cumplir 87: «Soporto los días, uno tras otro, todos iguales. No deseo más tiempo. Doy mi vida por vivida». Una confesión que eriza la piel a sus fieles. Ahora este genio de la literatura les ha dejado huérfanos. ¿Fue feliz? «No existe la felicidad. A lo largo de la vida hay briznas de dicha que se deshacen como las pompas de jabón. Yo soy triste», respondió en su día. Este repaso en imágenes por lo que fue su vida trata de acercarse al maestro pesimista
Miguel Delibes nació en Valladolid el 17 de octubre de 1920. Tercero de los ocho hijos del matrimonio formado por Adolfo Delibes, profesor y director de la Escuela de Comercio de Valladolid, y la burgalesa María Setién, sintió que su vida quedaba marcada por esa abultada cifra: «Mis hermanos y yo estuvimos obligados a competir desde el nacimiento». Mirando a su infancia, aseguraba que lo más importante fue su padre, que le enseñó «el amor al campo y a los animales», dos de sus grandes pasiones.
Cuando tenía 15 años estalló la Guerra Civil. «Me dio la posibilidad de escapar dos años y elegir cuerpo: marinero voluntario en el crucero Canarias». Después se dedicó con constancia a los libros. Estudió en el colegio de La Salle y las carreras de Comercio, Derecho y Periodismo (Escuela Oficial de Madrid). En 1946 obtuvo la cátedra de Derecho Mercantil en la Escuela de Comercio de Valladolid, lo que le llevó a ejercer durante seis meses de profesor visitante en la Universidad de Maryland (EEUU). En el terreno profesional, se estrenó en la banca y después compaginó durante años docencia, periodismo y literatura.
Su carrera como periodista marcó su vida. En 1941 empezó a colaborar como caricaturista y redactor en 'El Norte de Castilla'. Poco a poco, fue ascendiendo hasta que le nombraron director, cargo que ocupó de 1958 a 1963. Acosado por la censura, optó por dimitir. «Dimití porque el señor Fraga quiso imponerme un subdirector que hiciera las veces de director y, en consecuencia, me controlara. No pude aceptarlo», contaba este hombre que se consideraba «de centroizquierda y cristiano practicante». En esta etapa publicó una docena de libros, como 'El Camino' (1950) y 'Las ratas' (1962). Aseguraba que la concisión a la que obligaban las páginas del periódico marcó su estilo literario.
Conoció a Ángeles de Castro, su gran compañera, cuando ella era aún adolescente. «Siempre fue bella, pero, cuando la conocí, era tan bonita e inteligente que tenía alrededor un centenar de moscones. Yo tenía un par de años más, pero nos enamoramos, en el 46 nos casamos y en el 73 la perdí. Eso duró mi historia». Tuvieron siete hijos (uno de ellos, el escritor y científico medioambiental Miguel Delibes de Castro) y tras enviudar, Delibes no volvió a ser el mismo. La soledad le ganó terreno: «Yo escribía para ella. Y cuando faltó su juicio, me faltó la referencia. Dejé de escribir y esa situación duró años. A veces pensé que todo se había terminado». «Con su sola presencia, aligeraba la pesadumbre del vivir», dijo de ella en una ocasión.
El 1 de febrero de 1973 fue elegido académico de la Lengua, institución en la que ingresó el 25 de mayo de 1975 para ocupar el sillón 'e', que había dejado vacante el polígrafo Julio Guillén Tato. Lo hizo con el discurso 'El sentido del progreso desde mi obra', en el que hizo un alegato en defensa de la naturaleza. Ésta era su opinión de la evolución del lenguaje: «El uso diario lo empobrece, pero el tiempo lo enriquece. Tendemos a reducirlo, a simplificarlo. Nos cuesta armar una frase. De este modo, los que hablan mucho, tropiezan mucho, y los que miden sus palabras se van apartando del problema».
Delibes también cultivó el campo del ensayo: 'Diario de un cazador' (1955) 'Por esos mundos' (1961) 'Europa, parada y fonda' (1963) 'La primavera de Praga' (1968), etc.
El novelista y académico era capaz de elegir de entre toda su obra. Se quedaba con 'Viejas historias de Castilla la Vieja' (1964), de apenas 50 páginas, que consideraba el libro «más representativo de todos por su prosa, su paisaje, sus personajes, su movimiento y su sentido del humor» . También le gustaban 'La sombra del ciprés es alargada', 'Los santos inocentes' y 'El hereje'.
Precisamente 'El hereje' fue su última novela, en 1998. Con ella obtuvo el Premio Nacional de Narrativa y anunció que dejaba las novelas: «No tengo capacidad para sorprender. El primer sorprendido si escribiese otra novela sería yo», dijo. Sí que escribió ensayos, como 'España 1936-1950: Muerte y resurrección de la novela', en 2004 o 'La tierra herida'. En 2006 llegó 'Viejas historias y cuentos completos'
En 1998 fue operado de un tumor de colon. Nunca llegó a sentirse recuperado. «Desgraciadamente la salud no me acompaña. La operación de cáncer fue bien, según dicen, pero me dejó un postoperatorio que después de 10 años aún no ha terminado. Quedé inútil para muchas cosas, como escribir o cazar. Y así sigo», dijo en una entrevista con motivo de su 87 cumpleaños. «Me horrorizan los quejicas que pretenden hacer de sus males el eje del mundo. La artritis reumatoide no es una broma, claro, pero ¿qué puedo hacer? Aguanto»,
Además de la literatura y su mujer, sus grandes pasiones fueron «la caza de la perdiz en mano y la pesca de trucha a mosca ahogada». En general, la naturaleza, protagonista velada de muchas de sus obras. No en vano, él se definía como «un narrador rural apasionado por la naturaleza». «La ambición de poder y la creencia de que el hombre puede hacer y deshacer sin que se hundan las esferas son las responsables de que el planeta esté tan amenazado»,
En 2007 aparecieron los dos primeros volúmenes de los siete que conforman su obra completa, supervisados por el octogenario autor. Ese mismo año, con motivo de su 87 cumpleaños, se celebró un congreso internacional en la Universidad vallisoletana en cuyo transcurso fue presentado el libro 'Luces, trazos y palabras', homenaje de una treintena de poetas como Victoriano Crémer, Antonio Colinas y Gustavo Martín Garzo. Se le resistió el Nobel. Menos éste obtuvo todos los premios posibles. Destaca el Cervantes, que recibió en 1993, pero hubo muchos más: Premio Nadal (1947) por 'La sombra del ciprés es alargada'; Premio Nacional de Literatura (1955) por 'Diario de un cazador'; Premio de la Crítica (1962) por 'Las ratas'; Premio Pablo Iglesias (1978) por 'El disputado voto del señor Cayo'; Premio Príncipe de Asturias de las Letras (1982, compartido con Gonzalo Torrente Ballester); Libro de Oro de los libreros españoles (1984); Premio Ramón Godó de Periodismo (1985), Premio Ciudad de Barcelona (1987) por 'Madera de héroe'; Premio Nacional de Narrativa (1998) por 'El hereje'...
Muchos de sus libros han sido llevados al cine. A su juicio, con desigual resultado. «Ha habido de todo: grandes películas como 'Los santos inocentes', de Camus; buenas películas como 'El disputado voto del Sr.Cayo', de Giménez Rico; y malas e infames películas, como 'La sombra del ciprés es alargada', de Alcoriza», dijo el escritor, a quien le gustaba «ir al cine a butaca de pasillo». Incluso recibió la Espiga de Oro de la Semana Internacional de Cine de Valladolid en 1993 por su aportación a la gran pantalla. También se han hecho adaptaciones teatrales de sus novelas, como 'Cinco horas con Mario', con Lola Herrera, o 'Las guerras de nuestros antepasados'.
A pesar de su pesimismo, lo cierto es que siempre estuvo rodeado de amigos. Como Francisco Umbral. «He sentido la ausencia de Umbral desde que se fue de Valladolid. Aquí tenía a mano un escritor brillante y un inteligente censor. La amistad se espacia en los kilómetros y aunque no desaparece se enfría», dijo tras morir el escritor
LA NATURALEZA
Su discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua, en 1975, fue una oda a su principal pasión: la naturaleza. Este «ecologista adelantado», tal y como lo definió la que fuera ministra de Cultura Carmen Alborch, mostró siempre su preocupación ante el progreso, no porque éste sea negativo en sí mismo, sino debido a que en la gran mayoría de los casos se sustenta en la aniquilación de la naturaleza.
Y Delibes hablaba con conocimiento de causa: el de cazador y hombre de campo. Ya en 'La sombra del ciprés es alargada', su primera novela, defendía a ultranza el medio ambiente frente al desarrollo industrial. También en ensayos como 'La naturaleza amenazada', 'El sentido del progreso desde mi obra'. 'Un mundo que agoniza' o 'La tierra herida', este último escrito junto a su hijo Miguel. Delibes renunciaba al modelo de progreso si éste «ha de traducirse inexorablemente en un aumento de la incomunicación y la violencia, de la autocracia y la desconfianza, de la injusticia y la prostitución del medio natural, de la explotación del hombre por el hombre y de la exaltación del dinero como único valor».
Los protagonistas de todas sus obras viven en armonía con el medio rural y se rebelan contra el desarrollismo, lo que propició que Delibes fuera tachado en más de una ocasión de «reaccionario». Una mala interpretación de sus tesis: Delibes en realidad fue un adelantado a su tiempo, que ya desde los años 70 clamaba por un desarrollo sostenible, en el que la máquina y la ciencia estuvieran al servicio del hombre y no a la inversa. Sí supo interpretar sus tesis la Facultad de Biología de la Universidad de Salamanca, que lo nombró doctor honoris causa «por su defensa del medio ambiente frente al desarrollo industrial».
CASTILLA
Prácticamente todas las obras de Delibes se desarrollan en Castilla. Sus pueblos, sus gentes y su lenguaje son los protagonistas de su obra, gracias a la cual lectores jóvenes o urbanitas han podido hacerse una idea de esa España cada vez más abandonada, y de la dureza de la vida del campo. «Castilla es difícil» afirmaba Delibes. Y esa complejidad quedó plasmada no sólo en obras como 'Castilla habla', 'Castilla, lo castellano y los castellanos' o 'Viejas historias de Castilla la Vieja', sino en toda su producción. Llamó en más de una ocasión la atención a las administraciones, por hacer gala de una «dejadez» que había colocado a su tierra en un «estado de marginación».
EL CAMPO
Esta 'obsesión' está íntimamente relacionada con las anteriores. Delibes retrató como pocos la vida en el campo y el éxodo rural. Le preocupaba la despoblación y la pérdida de valores, que proponía combatir con desarrollo sostenible: «El pueblo necesita mayor confort: caminos, agua, buena tierra y posibilidades deportivas». Y renegó siempre de ese progreso que «calienta el estómago pero enfría el corazón».
Tampoco pasó por alto el maltrato que históricamente ha sufrido la gente del campo. El ejemplo más ilustrativo es su novela 'Los santos inocentes'. Delibes vivió lo suficiente para constatar una mejora en el trato humano, si bien se mostraba seguro de que la explotación seguía existiendo, aunque de una forma «menos visible».
EL LENGUAJE
Sus más de 80 años de existencia permitieron a Delibes constatar el progresivo empobrecimiento del lenguaje. Las prisas parecen habernos llevado a economizar también a la hora de expresarnos. «Tendemos a reducir el lenguaje, a simplificarlo. Nos cuesta armar una frase. De este modo, los que hablan mucho, tropiezan mucho, y los que miden sus palabras se van apartando del problema», afirmaba. Tal vez por eso, su legado incluye el de haber recogido y preservado para siempre palabras como arrobado, ardivieja, humeón o aguarradillas.
LA CAZA
Su gran pasión. Y también su mayor contradicción: un ecologista convencido que sin embargo adora la caza. Muchos lo criticaron por ello. Él siempre explicaba que sólo practicaba la caza menor, dado que la mayor le parecía «más inhumana».
Se retrató en 'Diario de un cazador' (Premio Nadal en 1955), a través del bedel Lorenzo, su álter ego. En él deja patente la complicidad entre el hombre y sus animales, y entre cazadores. Y es que, según cuenta Dolores Benavides en el libro 'Mis perros', cuando Delibes trataba con sus canes «parecía dialogar con personas». «Siempre que viene un perro a casa, aunque sea de otra persona, él no tarda nada en tenerle a los pies acariciándolo», contaba Germán Delibes.
El vallisoletano escribió nueve libros cinegéticos, entre los que destacan 'La caza de la perdiz', 'Mis amigas las truchas' o 'Aventuras, venturas y desventuras de un cazador a rabo'. Su conocimiento de los animales le permitió asimismo escribir la obra infantil 'Tres pájaros de cuenta', con el cuco, la grajilla y el cárabo como protagonistas.
LA VEJEZ Y LA MUERTE
La muerte fue un tema recurrente en su obra. Más que la muerte en sí, el temor de ver morir a las personas que amaba y de quienes dependía. No en vano el fallecimiento de su esposa, Ángeles, en 1974, le dejó sumido en una profunda tristeza de la que nunca se recuperó. «Soy triste. Nací pesimista», afirmaba. «No existe la felicidad. A lo largo de la vida hay briznas de dicha que se deshacen como pompas de jabón».
Retrató la pérdida en la inmensa obra 'Cinco horas con Mario', empleando la técnica del monólogo no sólo para dotar de mayor fuerza a su obra, sino para sortear la censura. En el cuento 'La mortaja' dibujó con una crudeza tan inusitada como necesaria la muerte y el abandono que ésta provoca en los que sobreviven.
La vejez fue otro de sus motivos, como puede verse en 'La hoja roja', 'Diario de un jubilado' o 'Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso'. «Soporto los días, uno tras otro, son todos iguales», decía Delibes, y lamentaba: «La medicina ha prolongado nuestra vida, pero no nos ha falicitado una buena razón para seguir viviendo».
IDEOLOGÍA Y JUSTICIA
Son constantes subliminales en su obra. Declarado centroizquierdista y católico practicante, dimitió como director de 'El Norte de Castilla' ante los intentos de control del entonces ministro Manuel Fraga. «Los políticos no nacen para servirnos, sino ordinariamente para servirse», sentenció. Y lo plasmó en 'El disputado voto del señor Cayo', en el que contraponía la visión de los jóvenes militantes de ciudad con la sabiduría de un anciano que sobrevive en un pueblo abandonado.
«Lo más positivo que se ha demostrado con los regímenes de fuerza, ya sean de izquierdas o de derechas, es que no le bastan al hombre para vivir. Los hombres necesitan una atención más próxima y personal». Delibes fue testigo no sólo del éxodo rural y su consiguiente pérdida de valores. También vio cómo el individualismo iba ganando terreno en la sociedad en general, en detrimento del factor humano.
No renunció, sin embargo, a denunciar las injusticias. Lo hizo en la trilogía compuesta por 'El camino', 'Los santos inocentes' y 'Las ratas'. A pesar de ello, se fue echando en falta «una justicia más justa».
BIBLIOGRAFÍA
NARRATIVA
La sombra del ciprés es alargada (1948). Destino. Premio Nadal
Aún es de día (1949). Destino.
El camino (1950). Destino.
Mi idolatrado hijo Sisí (1953). Destino.
El loco (1953). Ediciones Cid. Novela corta posteriormente recogida en Siestas con viento sur.
La partida (1954). Luis de Caralt. (1967). Alianza. Relatos.
Diario de un cazador (1955). Destino. Premio Nacional de Narrativa
Siestas con viento sur. Relatos. (1957). Destino.
La mortaja (1957). Novela corta incluida en Siestas con viento sur.
Siestas con viento sur (1957). Destino. Premio Fastenrath
Diario de un emigrante (1958). Destino.
La hoja roja (1959). Destino. (1987). Premio de la Fundación Juan March.
Las ratas (1962). Destino. Premio de la Crítica.
Viejas historias de Castilla la Vieja. Relatos. (1964). Lumen.
Cinco horas con Mario (1966). Destino. (1981). Espasa Calpe.
Parábola del náufrago (1969). Destino.
El príncipe destronado (1973). Destino.
Las guerras de nuestros antepasados (1975). Destino.
El disputado voto del señor Cayo (1978). Destino.
Los santos inocentes (1981). Planeta.
Tres pájaros de cuenta (1982).
Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso (1983). Destino.
El tesoro (1985). Destino.
377A, Madera de héroe (1987). Destino.
Señora de rojo sobre fondo gris (1991). Destino.
El conejo (1991). Compañía Europea de Comunicación e Información. Cuentos.
Un deporte de caballeros (1993). Destino. Libro infantil.
Diario de un jubilado (1995). Destino.
El hereje (1998). Destino.
Viejas historias y cuentos completos (2006). Menoscuarto. Recopilación de toda la narrativa breve completa.
LIBROS DE VIAJES
Un novelista descubre América (Chile en el ojo ajeno) (1956). Editora Nacional. Por esos mundos. Sudamérica con escala en Canarias (1961). Destino.
Europa: parada y fonda (1963). Ediciones Cid.
Usa y yo (1966). Destino.
La primavera de Praga (1968). Alianza.
Dos viajes en automóvil: Suecia y los Países Bajos (1982). Plaza & Janés.
LIBROS DE CAZA Y PESCA
La caza de la perdiz roja (1963). Lumen
El libro de la caza menor (1964). Destino.
Con la escopeta al hombro (1970). Destino.
La caza en España (1972). Alianza.
Aventuras, venturas y desventuras de un cazador a rabo (1977). Destino.
Mis amigas las truchas (1977). Destino.
Dos días de caza (1980). Destino.
Las perdices del domingo (1981). Destino.
El último coto (1992). Destino.
OTRAS
Vivir al día (1968). Destino. Selección de artículos de prensa.
Mi mundo y el mundo (1970). Miñón. Antología de textos para niños.
Castilla en mi obra (1972). Magisterio Español.
Un año de mi vida (1979). Destino. Diario que abarca desde junio de 1970 hasta junio de 1971.
S.O.S. El sentido del progreso desde mi obra (1976). Destino. Discurso de ingreso en la RAE., y dos ensayos más.
Castilla, lo castellano y los castellanos (1979). Planeta. Antología de textos.
El otro fútbol (1982). Destino. Artículos.
La censura de prensa en los años 40 (y otros ensayos) (1985). Ámbito.
Castilla habla (1986). Destino. Crónicas de viejos oficios y sus protagonistas.
Mi querida bicicleta (1988). Miñón. Libro infantil.
Mi vida al aire libre: memorias deportivas de un hombre sedentario (1989). Destino. Pegar la hebra (1990). Destino. Artículos y conferencias.
La vida sobre ruedas (1992). Destino. Con ilustraciones de Arnal Ballester. (2004). Planeta & Oxford.
Los niños (1994). Planeta. Antología de textos sobre el mundo de la infancia.
He dicho (1996). Destino. Ensayos y artículos (incluye el discurso de recepción del Premio Cervantes).
Miguel Delibes y Josep Vergés, Correspondencia 1948-1986 (2002). España 1939-1950. Muerte y resurrección de la novela española. (2004). Destino.
La tierra herida: ¿qué mundo heredarán nuestros hijos? (2005). Destino. En colaboración con su hijo Miguel Delibes de Castro.
EL MUNDO MARZO 2010
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