20 de agosto de 2010
Mujeres de El Cairo
Hay una poderosa imagen en Mujeres de El Cairo que define muy bien la postura anti-velo del realizador Yousry Nasrallah. Tiene lugar en la secuencia en la que la protagonista, una mujer moderna, se encuentra en un vagón de metro rodeada de otras mujeres y todas ellas llevan el velo puesto. Como es la única que no lo lleva, no le queda otro remedio que tragarse su orgullo y ponérselo
Tan explícita escena, que sólo se puede dar en lugares como El Cairo, deja bien sentado que no hay libertad para ese tipo de elecciones, por más que los islamistas defensores del velo nos quieran vender que las jóvenes que se cubren la cabeza lo hacen por voluntad propia. Es un tema de imposición cultural que no admite posturas individuales.
En su película, lejos de presentar esa crucial secuencia de forma aislada, la integra dentro de una más completa denuncia de la situación de constante humillación que sufren las mujeres en su país, y a todos los niveles o estratos sociales. De ahí que el mayor valor de la película sea el amplio espectro demográfico que repasa, yendo desde la mujer profesional de estilo occidentalizado hasta las más humildes y dependientes del estilo de vida tradicional.
Lo sangrante es que ellas son las que trabajan, las que constituyen el sector productivo del país. Dicho esfuerzo no sólo no les es reconocido, sino que a cambio deben aceptar la sumisión al hombre que no cambia con el paso de los siglos y la entrada en el nuevo milenio
La narración arranca por el status más alto, con un matrimonio de profesionales de la comunicación perfectamente establecido. El equilibrio entre ellos se rompe por culpa de la ambición de él, ya que su ascenso en el periódico donde trabaja pasa porque ella no cause problemas en su programa televisivo. Es muy directa e incisiva a la hora de hacer oposición política, lo que le crea enemigos en el gobierno. Deberá sacrificarse para ayudar a su marido, cambiando los temas de contenido político por otros más de tipo sociológico. Esa es la razón por la que la conocida presentadora comienza a tratar casos de mujeres en un estilo cercano al reportaje callejero o el reality show.
Pero lo que la comunicadora no tarda en comprobar es que en Egipto hablar de mujeres es entrar en un campo minado que, al final, acaba conectando de nuevo con la política ("Todo es política"). Cada uno de los casos que traslada a la pequeña pantalla dispara la polémica, porque los hombres no quieren que la realidad de la mujer salga a la luz como reflejada en un espejo. Ellas reflejan la incompetencia de los machos.
La actriz Mona Zakki se presenta como una mujer moderna y dispuesta a denunciar el machismo más involucionista.
La reivindicación de la tradición oral referida a la mujer entronca en la cinta con todos los aspectos que le afectan, debido a que incluso llega a ser víctima de la guerra religiosa. Educado dentro de la comunidad cocta, Yousry Nasrallah, no puede escapar a los enfrentamientos que ha generado el anuncio del rodaje de otra película, titulada «La Salida de El Cairo», en la que hay un romance prohibido entre un Romeo musulmán y una Julieta cristiana.
La película se ve con un nudo en la garganta, desde el comienzo intuí,como enamorada del cine que soy, que conocía el final, y no me equivoqué: ¿qué ese marido aceptase el éxito de su mujer sin humillarla? imposible. Y así la maltrata. Desgraciadamente, la fuerza es el poder, pero el final da un giro positivo... les invito a verla.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario